Piense en el final de casi cualquier película de corte occidental, después de dos horas de aventura la cámara se abre paso entre las copas de los árboles y algunas fortuitas aves paseantes hasta que al final se divisa el maravilloso cielo azul, un nuevo comienzo se nos plantea ante la amplia bóveda celeste, el color que abraza todos los demás colores.
Sin embargo, el azul es un color caprichoso, frío, y utilizado generalmente para elaborar distancias como señalaba el acuarelista William Turner, aunque sigue siendo al día de hoy un color constantemente utilizado, de hecho estadísticamente la gran mayoría de personas señalan el azul como su color favorito. Además, tiene características muy nobles, mientras colores como el café señalan lo terrenal, el azul evoca lo espiritual, mientras los ocres nos traen a la realidad el azul es frecuentemente utilizado para hablar de aquello que es idílico. El azul por demás tiene cualidades simbólicas curativas, basta un paisaje azul marino para calmar al espíritu, el azul en las clínicas y hospitales sugieren que todo se encuentra en orden pues permite identificar con rapidez el contraste rojo de la sangre que sugiere caos o urgencias, y bien decía Kandinsky “Cuanto más profundo se vuelve el azul, más fuerte llama al hombre hacia el infinito, despertando en él un deseo por lo puro”.
Por demás considérese que en la antigüedad no existía un nombre para el azul, era sumamente difícil de producir en pigmentos (fueron los egipcios quienes elaboraron por primera vez su formulación sintética), para designar al cielo se hablaba de la “aurora y en el sistema de colores que estableció Aristóteles el azul aparece como una variación del negro.
Dicho así ¿Cómo es que un color relativamente tardío se instauró en la pintura con tal fortaleza? ¿Quiénes han elevado su legado levantando el estandarte del pincel? Podría hablarse por horas de este color y sus enigmas, pero nos situaremos en el presente, que lo evoca como una magia desde el corazón hondo de la pintura, y lo abordaremos desde las pinceladas majestuosas de Carmen Aldunate.
No es una exageración considerarla una de las artistas más plagiadas de Chile sino del continente, y tiene una explicación simple que ninguna copia podrá alcanzar, las mujeres de Carmen Aldunate están bañadas por una atmosfera de color y mística indescriptible, su pintura tiene una impronta marcadamente ilustrativa que a ratos hace pensar que sus personajes cobran vida y respiran de frente al espectador, y a ratos reposan en la distancia de un mundo onírico impasible y contemplativo.
El azul es tanto paisaje como vestido para sus personajes, utilizado comedidamente y en tonos apacibles que no se desbordan en sí mismos, los azules de Aldunate tienen la capacidad de establecer sutiles diálogos con la luz y la sombra en paralelo. En la obra “Sin título” elaborada con tonos pasteles, Carmen sitúa a una mujer envuelta en lo que se sugiere como una manta transparente de perfil en el lienzo, la misma tiene un vestido azul ¿Es azul claro? ¿Es azul oscuro, iluminado? La artista juega con los matices como una maga de las formas, insinuando entre los volúmenes y pliegues un color que se revela con cautela.